martes, 11 de noviembre de 2008

Historia de un logro




A 83 años, Jorge Sarrás ha conocido una vida rica en pruebas que fueron obstáculos a su logro. Pero este hombre es tenaz: siempre insistió, siempre avanzó y jamás renunció. Historia de un logro increíble.

Por Yoan Hentgen.

Jorge Sarrás está sentado en la segunda fila a la derecha del altar de la Iglesia San Jorge en Patronato. Ahora que los cantos ya no llenan más el edificio religioso y que los creyentes se dirigen hasta el sacerdote para recibir el pan bendecido, este hombre mayor está hablando con algunos amigos. Con sus rasgos marcados por los años, su ojo izquierda hinchado y su cabeza casi calva, parece el más viejo del auditorio dominical. “La fe la vive de manera intensa”, explica su ultimo hijo Nimer Sarrás. El caballero ha necesitado en varias ocasiones la religión para sobrepasar las dificultades de una vida llena de reanudaciones. Una vez acabada la misa sigue conversando, caminando hasta otra pieza para tomar el café árabe. Jubilado desde aproximadamente veinte años, a Jorge Sarrás le gustan estos momentos de fraternidad durante el cual es posible hablar con amigos. Este antiguo loco del trabajo se ha transformado en un hombre retraído que desea disfrutar de la vida gracias al dinero que ha ganado en los negocios. A 83 años, Jorge Sarrás es un representante emblemático de su barrio, tanto si se considera su historia como si se analiza su logro personal en los negocios.


A 83 años, Jorge Sarrás es un personaje famoso de la comunidad árabe de Patronato.

Hijo de inmigrantes palestinos, Jorge Sarrás, segundo de cinco hermanos, nació en Illapel, en la cuarta región de Chile, el 29 de Octubre 1924. Sus padres, originarios de Beit Yala, inmigraron a Chile en 1917 para huir del duro régimen de los otomanos. Parientes les habían dicho que Chile era un país con oportunidades. “Sus padres no tenían nada que perder y todo a ganar” afirma Nimer Sarrás. Con tres monedas de oro y algunas joyas, la familia pudo abrir una pequeña tienda de tela en Illapel. Con el tiempo y como el negocio funcionaba bien, diversificó su actividad y empezó a comprar animales viejos para vender su piel a fábricas de jabón. “Fueron tiempos muy prósperos” comenta el hijo. Sin duda, la niñez de Jorge Sarrás fue agradable. Eso no dejaba presagiar lo que iba a seguir.
Sentado en una silla de lo que era su restaurante pero que ahora pertenece a sus dos hijos Nimer y Guillermo, Jorge Sarrás se esconde tras sus gafas negras. Guarda la costumbre de llevar gafas que antiguamente le servían para disimular sus emociones en el negocio. Tal como jugador de póker, quería así impedir que su adversario de juego comercial supiera cuando estaba satisfecho de la transacción. De hecho, es un verdadero asesino en los negocios que se oculta detrás de esta herramienta ocular. Afortunadamente fue así, eso le permitió encontrar de nuevo la fortuna después el fracaso de su padre por mala suerte.

“Estaban muertos de hambre”

Como consecuencia del periodo de prosperidad, los padres de Jorge decidieron organizar un año entero de viaje a través Europa y Palestina. Lo único malo fue la fecha elegida: 1939. Cuando toda la familia llegó a Espana, Franco acababa de ganar la guerra civil. “Mis abuelos tenían la elección entre volver a Chile o seguir el viaje en Europa mientras que las tensiones entre los diferentes países aumentaban. Por desgracia, eligieron seguir el viaje” relata Nimer. Entonces, comenzó la bajada al infierno. Muy rápidamente se dieron cuenta que no podían más regresar a Chile a causa de los bloqueos de guerra. Se encontraron encerrados en un continente con suficiente dinero para sólo un año. Pero la guerra no duró un año sino seis, y la familia se encontró sin dinero en Palestina. “Fue muy terrible, estaban muertos de hambre” cuenta Emilia Sarrás, una sobrina de Jorge. Es en este episodio de su vida que Jorge construyó un gran parte de su comportamiento. Allí aprendió el valor, la determinación y la abnegación. “Como no sabía hablar árabe paró sus estudios con el fin de trabajar con su padre y ganar dinero para alimentar la familia” explica Nimer. Pero al final, “casi vivían en las calles” añade el hijo.

Un hombre sociable

Durante once años, la familia mantuvo la esperanza de volver algún día a Chile. “Sus raíces estaban acá, toda su vida estaba acá” explica Rene Urrutia, un amigo de Jorge desde mucho tiempo. Jorge y su familia siempre quisieron volver porque no se sentían más palestinos sino chilenos. La integración a la sociedad chilena había sido perfecta. En efecto, sus padres lograron eso porque tenían una fuerte voluntad de integrarse. Es por eso que nunca enseñaron el idioma árabe a sus hijos. También se puede decir que la integración fue facilitada por el hecho que los palestinos que inmigraron a Chile eran cristianos ortodoxos. Aunque Jorge es realmente creyente, la religión fue también para el una herramienta de socialización y una ayuda importante. “Tengo la sensación que ultimadamente se ha acercado aún más de la religión por su avanzada edad. Está poniendo las cosas en orden” dice Nimer suspirando. Pero Emilia Sarrás precisa que “la Iglesia queda un lugar donde se encuentra con amigos”.
Son por las mismas razones que le gusta ir al club ubicado al frente de su antiguo restaurante Omar Khayyam. En el segundo piso del edificio que también es un restaurante, se puede encontrar a Jorge Sarrás jugando a dominó y conversando con amigos. “Creo que solamente viene por acá para juntar con sus amigos de misma edad” sugiere Rosento Rovles, el inquilino de los lugares y un ex trabajador de Jorge. “Trabajé para él durante veintiséis años, lo conozco bien y puedo decir que es una persona muy tratable y buena onda” añade Rosento. Por eso no está sorprendido del hecho que a Jorge le gusta ver a menudo sus amigos. “Mi padre es alguien muy sociable y solidario” dice Nimer.

“Partieron de cero”

Si ahora Jorge Sarrás es un caballero profundamente sociable y solidario es en parte gracias a su historia. En efecto, recibió mucha ayuda cuando la necesitó realmente. Hay tantas personas que le ayudaron que ahora es su naturaleza agradecerles ayudando a otras. Es como devolver la mano. “Es un hombre generoso” describe su hijo. Luego, explica que el padre de Jorge estaba en contacto con sus primos en Chile. En 1950, les pedió un préstamo para poder regresar. Con ese préstamo, solamente Jorge, su hermana Margarita y su hermano Salomón pudieron volver a Chile esperando ganar dinero para poder llevar el resto de la familia a Chile. “Acá los ayudaron parientes y con la juventud que tenían todavía partieron de cero”, relata Emilia. Queriendo añadir un hecho hermoso, Emilia sigue: “¡La madre de Jorge se quedó un poco con Gabriela Mistral en Italia hasta que sus hijos le mandaron plata y la visa!”. Jorge y Salomón comenzaron entonces como obreros en una fábrica textil que pertenecía a un hombre rico de Palestina. Cuatro años después su llegada, los tres hermanos pudieron pagar el préstamo y hacer volver el resto de la familia. Se instalaron en Ovalle, en la cuarta región, y empezaron un negocio de zapatillas. Como funcionaba bastante bien, Jorge fue con sus padres a Santiago en 1960 para iniciar una fábrica de elástico. Todavía, se juntó aún más de dinero. La familia comenzaba de nuevo a vivir de manera realmente agradable.



La foto del pasaporte con el cual Jorge Sarras regresó a Chile.



Sin embargo, fue la decisión que tomó Jorge en 1969 la que realmente permitió a toda la familia encontrar de nuevo la riqueza. Desde hace tiempo, Jorge sentía que faltaba algo en Santiago y un día llegó a la conclusión que debía abrir un restaurante de comida árabe. “Mi padre fue muy práctico. ¡No hizo eso por pasión por la comida pero porque sabía que podría ganar mucho con esta idea!” comenta Nimer. Esta decisión marcó un gran giro en su vida. Su tenacidad estaba recompensada. Así, Nimer dice ahora que su padre es “un hombre extremadamente tesón”. El restaurante Omar Khayyam – es el nombre de un poeta persa que ha escrito mucho sobre la comida – va a cumplir sus cuarenta años. Es un referente para muchas personas que trabajan en diferentes sectores. Ahora, es el restaurante árabe más viejo de Santiago. Jorge, que se jubiló al final de los años ochenta, invistió muchas fuerzas en este negocio y mostró su talento de comerciante. Pero su hijo prefiere precisar que “no es el olfato para los negocios que ha funcionado sino que el hecho que tenía hambre y que había todo a ganar”. Rosento Rovles lo describe como “un patrón muy respetuoso, fiel y tratable”. Sin embargo, parece hablar de él como si todavía fuera su patrón, como si una verdadera amistad con ese hombre más viejo fuera imposible, y sobretodo como si Jorge Sarrás hubiera sabido guardar su distancia con los empleados. “Las cosas tenían que ser bien ubicadas” recuerda Rene Urrutia que tiene una carnicería con sus dos hermanos en la calle Buenos Aires con Rio de Janeiro y que ha tratado muchas veces con Jorge.

El de ahora

Cuando Jorge ve a su mujer, Adela Jadue de Sarrás, salir del restaurante, se levanta calmadamente de la silla para juntarse con ella en la acera. Parece cansado. “Se enferma un poco”, dice Emilia. “Ahora es un hombre de casa no más”, añade Angela Jadue, una hermana de la señora. “Era un buen jefe de casa, educó a sus hijos y todos terminaron sus estudios! En cuanto a mi hermana, nunca ha trabajado fuera la casa”, sigue Angela. La pareja octogenaria dobla a la esquina y no se la puede ver más. Se fueron discretamente. “Aunque fue un hombre duro en los negocios, Jorge queda un hombre muy reservado, muy tranquilo, mucho más que sus dos hermanos”, explica Rene Urrutia. Desde el momento cuando ganaba mucho dinero, Jorge ha viajado mucho en toda Europa y a Estados Unidos, pero ahora solamente se queda en Patronato. Visita a sus hijos Nimer y Guillermo en el restaurante, a su otro hijo Miguel en su tienda ubicada en la calle Patronato, va a jugar a dominó y “lleva a su esposa de compras o a clases de gimnasia”, describe Nimer. También, va todos los domingos a la misa de la iglesia ortodoxa San Jorge. A este hombre la comunidad árabe le tiene mucho respeto y ahora le quedan una familia próspera, viejos amigos, y sobre todo recuerdos. Emilia Sarrás ríe diciendo que “¡lo único defecto de Jorge es que es muy orgulloso a propósito de lo logro de la familia!” Pero Jorge Sarrás puede enorgullecerse de su historia personal: es un ejemplo de coraje, de determinación y de fidelidad hacia los amigos.


El restaurante Omar Khayyam, el logro de Jorge Sarras. Pertenece ahora a sus hijos.


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1 comentario:

Karime Sabat Sarras dijo...

Un gran hombre jorgito, el mejor abuelo, papa, tio , etc..
una gran historia, un hombre feliz y por sobre todo un hombre muy querido por su gran corazón.